Reflexiones sobre el incendio de Yeste 2017
El incendio de Yeste 2017 ya está extinguido, los ánimos algo más calmados y poco a poco el dispositivo de extinción va volviendo a la normalidad. Nuestra participación en el mismo fue plena. Como el resto de provincias de Castilla-La Mancha, acudimos a colaborar con nuestros compañeros de Albacete de la misma forma que se ha hecho en todos y cada uno de los grandes incendios de esta región desde 2009.
Los sentimientos tras la intervención son agridulces, por un lado cierta satisfacción por haber cumplido buena parte de los objetivos marcados al inicio de cada jornada, por otro cierto malestar por ser consciente de las cosas que debimos hacer mejor. Como en cualquier intervención hubo muchos aciertos y maniobras exitosas, pero también hubo algunas que no cumplieron las expectativas.
Pocas veces te vas de un sector de un incendio cabizbajo, con la frustración del que no encuentra la solución al problema y con la sensación de haberte decepcionado a ti mismo. La incertidumbre que existe siempre en cada emergencia y la responsabilidad que tienes sobre todos los que están a tu cargo pesan bastante. Pero esto no es ajeno a los que nos dedicamos a las emergencias.
Sin lugar a dudas, lo que más desanima de este trabajo es cuando la rabia y frustración de la población se vuelca sobre los que intentamos apagar el fuego, como si nosotros fuéramos los culpables de la situación o como si fuéramos unos ineptos incapaces de resolver lo sencillo. Entendemos e incluso compartimos el malestar de gran parte de la población, pero el objetivo era el mismo para todos y todos debemos remar en la misma dirección.
Los mantras de "hay muy pocos medios aéreos" y "los incendios se apagan en invierno" se siguen escuchando declaración tras declaración, tweet tras tweet. Está claro que en todo lo relacionado con los incendios forestales pasa cómo con el fútbol: todo el mundo sabe más que nadie. Sin embargo, todos vimos arder durante varios días a la torre Windsor y no se escucharon voces clamando porque vinieran los bomberos de la comunidad vecina, nadie hablaba de que deberían haber declarado el nivel X antes... como si el comportamiento del fuego dependiera de esas cosas.
Desafortunadamente, también es ya un clásico del verano el uso político que se hace de los incendios forestales. Da pena como los políticos de más baja estofa tratan de sacar rédito de la situación... como si el fuego entendiera de gobiernos o fronteras.
También duelen los comentarios de compañeros de otros dispositivos de emergencias. Como deseosos de tener su dosis de protagonismo, te acusan de no estar allí, de no haber vivido su emergencia... como si el fuego diferenciara escudos y siglas.
Pero 3.200 ha de superficie dan para mucho y para muchos y no todo han sido malas experiencias. Cuando el dispositivo estuvo preparado para absorber y gestionar a más personas, pedimos ayuda a murcianos, andaluces, valencianos, catalanes y a todos los españoles, porque para eso hay un dispositivo nacional que hace frente a estas situaciones. Lo mejor de todo es que no hizo falta pedir nada, todos estaban dispuestos de igual forma que nosotros lo hemos estado con anterioridad. Fue un orgullo trabajar codo con codo con compañeros, amigos, a veces incluso ídolos. Para nosotros no fue ninguna derrota que vinieran, sino una inyección de moral y la materialización de lo que venimos clamando desde hace años: los incendios forestales hay que entenderlos de forma global, no pueden entenderse en un ámbito regional, ni siquiera nacional.
Revitalizantes han sido sido también las muestras de cariño y ánimo de una buena parte de la población, porque también las ha habido y es increíble el efecto sinérgico que generan sobre los que estamos allí.
Incendios como el de Yeste los ha habido siempre y los seguirá habiendo, son inevitables en el ámbito mediterráneo. Cuando se presente el próximo nosotros vamos a intentar hacerlo mejor. ¿Y vosotros?
Los sentimientos tras la intervención son agridulces, por un lado cierta satisfacción por haber cumplido buena parte de los objetivos marcados al inicio de cada jornada, por otro cierto malestar por ser consciente de las cosas que debimos hacer mejor. Como en cualquier intervención hubo muchos aciertos y maniobras exitosas, pero también hubo algunas que no cumplieron las expectativas.
Pocas veces te vas de un sector de un incendio cabizbajo, con la frustración del que no encuentra la solución al problema y con la sensación de haberte decepcionado a ti mismo. La incertidumbre que existe siempre en cada emergencia y la responsabilidad que tienes sobre todos los que están a tu cargo pesan bastante. Pero esto no es ajeno a los que nos dedicamos a las emergencias.
Sin lugar a dudas, lo que más desanima de este trabajo es cuando la rabia y frustración de la población se vuelca sobre los que intentamos apagar el fuego, como si nosotros fuéramos los culpables de la situación o como si fuéramos unos ineptos incapaces de resolver lo sencillo. Entendemos e incluso compartimos el malestar de gran parte de la población, pero el objetivo era el mismo para todos y todos debemos remar en la misma dirección.
Los mantras de "hay muy pocos medios aéreos" y "los incendios se apagan en invierno" se siguen escuchando declaración tras declaración, tweet tras tweet. Está claro que en todo lo relacionado con los incendios forestales pasa cómo con el fútbol: todo el mundo sabe más que nadie. Sin embargo, todos vimos arder durante varios días a la torre Windsor y no se escucharon voces clamando porque vinieran los bomberos de la comunidad vecina, nadie hablaba de que deberían haber declarado el nivel X antes... como si el comportamiento del fuego dependiera de esas cosas.
Desafortunadamente, también es ya un clásico del verano el uso político que se hace de los incendios forestales. Da pena como los políticos de más baja estofa tratan de sacar rédito de la situación... como si el fuego entendiera de gobiernos o fronteras.
También duelen los comentarios de compañeros de otros dispositivos de emergencias. Como deseosos de tener su dosis de protagonismo, te acusan de no estar allí, de no haber vivido su emergencia... como si el fuego diferenciara escudos y siglas.
Pero 3.200 ha de superficie dan para mucho y para muchos y no todo han sido malas experiencias. Cuando el dispositivo estuvo preparado para absorber y gestionar a más personas, pedimos ayuda a murcianos, andaluces, valencianos, catalanes y a todos los españoles, porque para eso hay un dispositivo nacional que hace frente a estas situaciones. Lo mejor de todo es que no hizo falta pedir nada, todos estaban dispuestos de igual forma que nosotros lo hemos estado con anterioridad. Fue un orgullo trabajar codo con codo con compañeros, amigos, a veces incluso ídolos. Para nosotros no fue ninguna derrota que vinieran, sino una inyección de moral y la materialización de lo que venimos clamando desde hace años: los incendios forestales hay que entenderlos de forma global, no pueden entenderse en un ámbito regional, ni siquiera nacional.
Revitalizantes han sido sido también las muestras de cariño y ánimo de una buena parte de la población, porque también las ha habido y es increíble el efecto sinérgico que generan sobre los que estamos allí.
Incendios como el de Yeste los ha habido siempre y los seguirá habiendo, son inevitables en el ámbito mediterráneo. Cuando se presente el próximo nosotros vamos a intentar hacerlo mejor. ¿Y vosotros?
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ResponderEliminarSeguro que daréis lo mejor. Ánimo y no os dejéis vencer por políticos sectarios aprovechados, ni por una opinón pública cada vez más distante del campo.
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