¿Estamos asistiendo a un cambio de tendencia en incendios forestales?
Llegados al ecuador del decenio 2011-2020 podemos empezar a ver la tendencia que nos muestran los datos de superficie y número de incendios. Si comparamos dichos datos con los del decenio pasado, se empiezan a intuir diferentes patrones. ¿Estaremos ante un cambio de tendencia?
En anteriores entradas hemos comentando que estaba cambiando la distribución anual del número de incendios, resaltando que los máximos ya no se producen en verano sino en el mes de marzo. Sin embargo, tras un análisis más detallado y comparando los distintos periodos, se concluye que en realidad no han aumentado el número de incendios en invierno, sino que los incendios en verano han disminuido de forma notable.
También con anterioridad nos preguntábamos si realmente podíamos constatar que las campañas contra incendios daban resultados objetivos, concluyendo que los datos apuntaban al optimismo. Pero ahora, podemos empezar a pesar que estamos ante un cambio de tendencia. Ya sea por las campañas de concienciación o porque, sencillamente, la sensibilidad hacia los incendios forestales en verano ha cambiado, lo cierto es que se ha disminuido el número de incendios durante la época estival.
En cuanto a la superficie quemada anual, sucede algo parecido. Un menor número de incendios produce una menor superficie, aunque en este caso, la disminución se debe sin duda a la ausencia de incendios de verdadera relevancia durante el periodo. Con un sólo gran incendio que hubiese habido (>500 ha) en esas fechas, la relación no se mantendría, por lo que en este caso, podemos hablar que algo de suerte ha habido para que la superficie afectada por año, también haya disminuido.
Todavía quedan cinco años por delante para terminar de constatar si realmente hay un cambio de tendencia y si realmente esta disminución de incendios en verano se debe a una mayor sensibilidad y concienciación de la población. La mayor repercusión mediática de los incendios forestales en los últimos años también ha podido también influir. Lo que está claro es que se empieza a recoger ahora el trabajo de años de campañas de prevención.
Quizá lo que nos toque ahora sea empezar a explicar que no todo el fuego es un desastre natural, que el fuego es parte de los ecosistemas como lo es el agua o el suelo y que no siempre el fuego arrasa o calcina, sino que a veces regenera o incluso favorece. Aunque todo esto, queda para más adelante.
En anteriores entradas hemos comentando que estaba cambiando la distribución anual del número de incendios, resaltando que los máximos ya no se producen en verano sino en el mes de marzo. Sin embargo, tras un análisis más detallado y comparando los distintos periodos, se concluye que en realidad no han aumentado el número de incendios en invierno, sino que los incendios en verano han disminuido de forma notable.
También con anterioridad nos preguntábamos si realmente podíamos constatar que las campañas contra incendios daban resultados objetivos, concluyendo que los datos apuntaban al optimismo. Pero ahora, podemos empezar a pesar que estamos ante un cambio de tendencia. Ya sea por las campañas de concienciación o porque, sencillamente, la sensibilidad hacia los incendios forestales en verano ha cambiado, lo cierto es que se ha disminuido el número de incendios durante la época estival.
En cuanto a la superficie quemada anual, sucede algo parecido. Un menor número de incendios produce una menor superficie, aunque en este caso, la disminución se debe sin duda a la ausencia de incendios de verdadera relevancia durante el periodo. Con un sólo gran incendio que hubiese habido (>500 ha) en esas fechas, la relación no se mantendría, por lo que en este caso, podemos hablar que algo de suerte ha habido para que la superficie afectada por año, también haya disminuido.
Todavía quedan cinco años por delante para terminar de constatar si realmente hay un cambio de tendencia y si realmente esta disminución de incendios en verano se debe a una mayor sensibilidad y concienciación de la población. La mayor repercusión mediática de los incendios forestales en los últimos años también ha podido también influir. Lo que está claro es que se empieza a recoger ahora el trabajo de años de campañas de prevención.
Quizá lo que nos toque ahora sea empezar a explicar que no todo el fuego es un desastre natural, que el fuego es parte de los ecosistemas como lo es el agua o el suelo y que no siempre el fuego arrasa o calcina, sino que a veces regenera o incluso favorece. Aunque todo esto, queda para más adelante.
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