Análisis del 2014: todavía mejor que en 2013.
Pocas cosas podemos destacar en la provincia en 2014. A consecuencia de la meteorología favorable, hemos tenido un año tranquilo en todo el territorio nacional y poco más se puede añadir a lo que ya comentábamos en la anterior entrada, cuando hicimos balance de la campaña de peligro alto. La primera mitad del año tuvimos una meteorología irregular, que se tradujo en una distribución de los incendios algo atípica. Pero el segundo semestre volvimos a la normalidad, las lluvias se concentraron en la época otoñal y lo más destacable fueron las altas temperaturas que nos acompañaron durante los meses finales de año, que propagaron algún incendio, aunque nada fuera de lo habitual en esos meses donde se aprovecha para la quema de los restos vegetales acumulados.
2014 sigue con la tendencia a la baja del número de incendios anual que caracteriza al comienzo de esta década. 146 siniestros que han afectado a casi 123 ha son números muy por debajo de la media del decenio anterior. Las causas de un año tan excepcional puede ser las siguientes: la bondad meteorológica del pasado verano, una especial concienciación de la gente y, como no, un poco de suerte, porque las condiciones en Cuenca no han sido muy diferentes a las de Guadalajara o Albacete que si han tenido incendios destacables.
Si observamos el gráfico que se muestra a continuación, observamos que, al igual que en los últimos años, hemos invertido la tendencia de la década pasada y el mes con mayor número de incendios es marzo. Tradicionalmente, la mayoría de incendios se concentraban en la época estival, pero ahora la mayoría de alarmas surgen a finales del invierno y el principio de la primavera. Todo parece indicar que los ciudadanos están realmente concienciados de los riesgos en verano. También podemos destacar que en el mes de mayo se produjo un máximo relativo, a consecuencia de las escasas lluvias al final de primavera. La misma tendencia continuó en junio, pero finalmente llegaron las lluvias y se cumplieron nuestras previsiones para el verano. A medida que la estación avanzaba y aumentaba el grado de sequía de la vegetación, aumentaban los incendios, pero no hubo ningún incidente destacable.
En cuanto a la superficie afectada por meses, sigue una distribución muy parecida al gráfico anterior: máximos en marzo y mayo como consecuencia de la suma de todos los pequeños incendios en esos meses. Destaca especialmente el mínimo de julio, completamente atípico para el mes que suele marcar el máximo anual.
Este año ningún incendio ha superado las 40 hectáreas, lo que implica que el ataque inicial planteado para la emergencia ha sido suficiente para su control. Los días con probabilidad de incendios fuera de capacidad de extinción han sido pocos y se concentraron en el mes de septiembre. La ausencia de incidentes en esos días ha jugado a nuestro favor.
Ha sido, por tanto, un año con un riesgo moderado en los días de verano más críticos. Además, los meses de mayor estrés hídrico de la vegetación no han sido en verano, sino durante la primavera. Los resultados están a la vista: pocos incendios y poca superficie a pesar de haber sido el año más cálido jamás registrado. Pero no nos engañemos, si se mantiene la tendencia de seguir con años cálidos, es realmente complicado que se vuelvan a repetir años como este.
2014 sigue con la tendencia a la baja del número de incendios anual que caracteriza al comienzo de esta década. 146 siniestros que han afectado a casi 123 ha son números muy por debajo de la media del decenio anterior. Las causas de un año tan excepcional puede ser las siguientes: la bondad meteorológica del pasado verano, una especial concienciación de la gente y, como no, un poco de suerte, porque las condiciones en Cuenca no han sido muy diferentes a las de Guadalajara o Albacete que si han tenido incendios destacables.
Si observamos el gráfico que se muestra a continuación, observamos que, al igual que en los últimos años, hemos invertido la tendencia de la década pasada y el mes con mayor número de incendios es marzo. Tradicionalmente, la mayoría de incendios se concentraban en la época estival, pero ahora la mayoría de alarmas surgen a finales del invierno y el principio de la primavera. Todo parece indicar que los ciudadanos están realmente concienciados de los riesgos en verano. También podemos destacar que en el mes de mayo se produjo un máximo relativo, a consecuencia de las escasas lluvias al final de primavera. La misma tendencia continuó en junio, pero finalmente llegaron las lluvias y se cumplieron nuestras previsiones para el verano. A medida que la estación avanzaba y aumentaba el grado de sequía de la vegetación, aumentaban los incendios, pero no hubo ningún incidente destacable.
En cuanto a la superficie afectada por meses, sigue una distribución muy parecida al gráfico anterior: máximos en marzo y mayo como consecuencia de la suma de todos los pequeños incendios en esos meses. Destaca especialmente el mínimo de julio, completamente atípico para el mes que suele marcar el máximo anual.
Ha sido, por tanto, un año con un riesgo moderado en los días de verano más críticos. Además, los meses de mayor estrés hídrico de la vegetación no han sido en verano, sino durante la primavera. Los resultados están a la vista: pocos incendios y poca superficie a pesar de haber sido el año más cálido jamás registrado. Pero no nos engañemos, si se mantiene la tendencia de seguir con años cálidos, es realmente complicado que se vuelvan a repetir años como este.
Comentarios
Publicar un comentario