¿Realmente funcionan las campañas publicitarias de prevención?

     A casi todos nos viene a la cabeza alguna de las campañas de prevención que el Gobierno de España viene desarrollando cada verano desde hace más de 50 años. Como comentó el ilustre Ricardo Vélez recientemente en una conferencia: "Las campañas de prevención contra incendios forestales son las más antiguas de la televisión en España" (fuente). Los que crecimos en los 80 y 90 podríamos silbar o cantar aquella melodía tan pegadiza de "Todos Contra el Fuego" y que durante tantos años fue el lema de estas campañas; lo que implica que han llegado a calar muy hondo en el público. A las campañas de incendios del Ministerio hay que sumarle las que realizan las Comunidades Autónomas, las ONG y, últimamente, incluso Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos comprometidos. Hoy en día, como no puede ser de otra forma, estas campañas han dado el salto a las nuevas formas de comunicación y se han extendido a internet y las redes sociales.

Imagen 1: Campañas televisivas del Ministerio. Fuente.

     Sin embargo, a pesar de que todos recordamos alguna campaña publicitaria de prevención contra los incendios forestales, nos hemos preguntado si habría alguna forma de averiguar si han supuesto un verdadero cambio en el comportamiento de los ciudadanos, especialmente sobre aquellos que realizan actividades en el medio rural que pueden generar incendios forestales como agricultores, ganaderos, excursionistas, etc. En otras palabras: ¿Cómo podemos conocer si el mensaje ha llegado a su público objetivo?¿Cómo saber si ha habido un cambio de conducta en dicho público? En definitiva, ¿podemos averiguar si estas campañas son realmente eficaces?

Imagen 2: Campañas de asociaciones y ONG. Fuente.

Buenas noticias.

     En alguna ocasión hemos comentado que el número anual de incendios era algo que, año tras año, fluctuaba muy poco, siendo siempre un valor cercano a los 170 siniestros al año para la provincia. Pero la mayoría de las campañas publicitarias de prevención se centran en la época estival, donde realmente el peligro de incendios es relevante. Pues bien, analicemos como han ido evolucionando los incendios forestales a lo largo de cada verano. En el imagen 3 se representan el número de siniestros que ocurren a lo largo de las campañas de peligro alto por incendio forestal, que abarcan desde el 1 de junio al 30 de septiembre:


Imagen 3: Evolución del número de siniestros durante la campaña de peligro alto en la provincia.

     Como puede observarse, a partir de 2006 tenemos un cambio de tendencia. Si a principio del decenio el número de incendios era siempre superior a la centena, en la segunda mitad tenemos que sólamente se superan los 100 siniestros en los años de meteorología muy adversa como fueron 2009 y 2012. Por tanto, en los últimos años se han reducido de forma notable el número de incendios que tenemos cada verano. ¿Qué puede haber detrás de este cambio de comportamiento?¿Por fin empezamos a recoger los frutos de las campañas publicitarias de prevencion? Es posible que así sea, pero seguramente no es el único factor que infuye.


Sucesos traumáticos.

     Sin tener datos que puedan avalarnos, en el Servicio siempre hemos notado que, tras un suceso traumático, le sucede una época de calma donde el teléfono en los centros operativos apenas suena y donde el silencio se instala en las comunicaciones por radio de los medios de vigilancia.

     Fue a partir del trágico incendio de La Riba de Saelices (Guadalajara, 2005) cuando empezamos a tomar conciencia de estas épocas de calma. Dada la gravedad de dicho incendio y habiendo ocurrido en nuestra región, su eco se hizo notar a lo largo de varios años y todavía perdura hoy. Los años posteriores al incendio se caracterizaron por una especial concienciación del público en las normas de prevención. Era llamativo, incluso, como la propia ciudadanía llamaba a los centros operativos para denunciar si alguien realizaba alguna actividad de riesgo. Pero no se trata de un hecho aislado, porque lo mismo sucedió en 2009 tras los grandes incendios que castigaron la Serranía Alta y en 2012.

     Es patente que los efectos de estos sucesos traumáticos acaban diluyéndose con el tiempo y, tras una época de bonanza, todo vuelve a ser como antes, con sus ventajas y sus inconvenientes. Ahora la gente vuelve a demandar que se permita el uso de barbacoas en verano, esta campaña ya hemos vuelto a sufrir a gente que tira brasas en el monte, las lumbres incontroladas cerca de zonas de baño se están convirtiendo en habituales, etc. y parece que el ciclo vuelve a comenzar.

Cambios de costumbres.

     Pero hay datos que invitan al optimismo. En primer lugar la disminución de incendios en verano ya supone un enorme avance y, en segundo lugar, hay una serie de causas que en campañas pasadas eran habituales pero que hoy en día han quedado relegadas a la mera anécdota. Nos referimos, por ejemplo, a la quema de rastrojos, actividad que nos mantenía muy ocupados durante el mes de septiembre, pero que ha disminuido enormemente y se ha desplazado en el tiempo a los meses de octubre y noviembre donde la peligrosidad es mucho menor. También la quema de vertederos ha pasado a ser excepcional.

     Y no es el único dato positivo. La distribución de incendios a lo largo del año ha cambiado favorablemente, como puede apreciarse en la imagen 5.




     Si en décadas pasadas teníamos una distribución de incendios con un máximo en verano, hemos pasado a una distribución donde el máximo de incendios es a finales de invierno, donde lógicamente los niveles de riesgo son mucho menores. Esta nueva distribución es la consecuencia lógica de haber disminuido los incendios durante el verano y representa un panorama mucho más alentador de cara a los difíciles meses estivales.

    Aunque, como en todos los aspectos de la vida, son las cosas más impactantes las que realmente remueven nuestras conciencias, la prevención social debe seguir existiendo e insistiendo. Los efectos de la misma son siempre a largo plazo y, es posible que su impacto sea mucho mayor en los jóvenes que en los adultos de mediana edad. Pero no por ello debemos dejar de intentarlo.

Comentarios

  1. Muy buen post. Totalmente de acuerdo en que las campañas de prevención son necesarias, y no sólo entendidas desde el punto de vista de las campañas de comunicación. Las RRSS son un gran aliado en esta planificación, pero también es importante el trabajo directo con colectivos en contacto con el mundo rural. Y de acuerdo en que sucesos traumáticos "ayudan" a concienciar. Siempre comento que un incendio es una gran oportunidad para prevenir otro incendio, ya que cuando tenemos el protagonismo en los medios debemos insistir en los mensajes de prevención. Un saludo y muchas gracias por la cita.
    Montse Sánchez (comunicación Plan INFOCA)

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    1. Gracias a ti por el comentario. Creemos que la clave es la que tu has comentado: trabajo directo con colectivos en contacto con el medio rural. Las campañas generalistas son una ayuda más, pero posiblemente tengan mucho más impacto en la gente que no vive del medio rural. Sin embargo, acciones como los planes de quemas controladas del noroeste de España o como el ya extinto Plan 42 han demostrado su eficacia.

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  2. Creo que la mayoría de veces no es que sea un accidente sino que es provocado, hay intereses en los terrenos y se paga a gente para que se haga, estoy segura

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    1. Gracias Julia por tu comentario. La línea entre accidente negligente e intencionado en el caso de quemas agrícolas es muy fina y no es fácil establecer dentro de qué categoría queda. Además, detrás de cada incendio intencionado hay siempre una motivación, pero no suelen ser intereses en los terrenos sino más bien hacer daño a alguien por razones de caza u otros conflictos. En el campo, donde ya no queda casi nadie, no suele haber ningún interés especulatorio, porque el terreno no vale casi nada en términos monetarios.

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