Las causas de los incendios forestales en la provincia de Cuenca.
A menudo escuchamos en los medios de comunicación o en las
conversaciones callejeras acerca de los desalmados pirómanos que provocan
incendios forestales a lo largo del verano. Intentemos clarificar con datos
hasta que punto es esto cierto.
En primer lugar, tenemos que aclarar el término pirómano. El
pirómano es un enfermo mental, una persona que sufre un trastorno psicológico
que consiste en un gran interés por producir y observar el fuego. A menudo
tendemos a calificar de pirómanos a las personas que provocan intencionadamente
un incendio forestal, pero esto es erróneo. Afortunadamente, pirómanos no hay
demasiados. Si analizamos la estadística provincial, que consta de registros
desde el año 1968, vemos que únicamente hay dos incendios que han sido
provocados por estas personas. Se trata de dos incendios recientes, y ambos
provocados por el mismo individuo, sin serias consecuencias. Por tanto, podemos
asumir que los pirómanos no son la gran causa del problema.
La gente que provoca intencionadamente incendios forestales
no suelen ser enfermos mentales, sino personas que lo realizan conforme a una
motivación clara y definida. A estas personas nos referiremos a ellas
simplemente como incendiarios. Ahora bien. ¿Está la mano del hombre detrás de
la gran mayoría de los incendios forestales? Podríamos decir que sí, pero en
nuestra provincia y en toda la región, afortunadamente, hay pocos incendiarios.
En los siguientes gráficos podemos ver la distribución de
las causas de incendios forestales en las dos últimas décadas.
A primera vista queda patente que la principal causa de
incendios forestales, a día de hoy, son las negligencias y causas accidentales.
Es decir, en la mayoría de los casos que se provoca un incendio no existe una
verdadera intención de hacerlo, sino que se trata de descuidos, accidentes o un
comportamiento negligente en el uso del fuego. Es más, podemos afirmar que en
un 75% de las ocasiones el incendio es causado por el Ser Humano, pero una cuarta
parte de los incendios son de origen natural: rayos caídos durante las
frecuentes tormentas estivales. Por tanto, muchos incendios no son desastres
naturales, sino un elemento más moldeador de los ecosistemas como puede serlo
el agua o el suelo. Esto constituye lo que hoy en día denominamos ecología del
fuego.
Quizá lo más interesante sea comparar la evolución de la
distribución de las causas en ambas décadas. Lo que más llama la atención es el
incremento en más del doble de las causas intencionadas. ¿Significa esto que
cada vez tenemos más incendiarios? Probablemente no, porque paralelamente al
crecimiento de las causas intencionadas disminuyen de forma pareja las causas
desconocidas. Los responsables de esta drástica disminución son las Brigadas de
Investigación de Incendios Forestales (BIIF). Estas brigadas se formaron en la
región a principio de la primera década del nuevo siglo y están compuestas por
Agentes Medioambientales del Servicio que acuden a aquellos incendios cuya
causa no está del todo clara, que son los incendios intencionados en su inmensa
mayoría. Es notoria la gran labor que las BIIF vienen realizando a día de hoy
en el esclarecimiento de las causas de los incendios forestales.
¿Qué podemos decir acerca de las negligencias y causas
accidentales? Pues que en la década de los noventa casi igualaban en número a
los rayos. Incluso algunos años era superior el número de incendios provocados
por rayo que por negligencia. Pero ha día de hoy, ha cambiado esta tendencia.
Cada vez son más los incendios provocados por descuidos, accidentes,
cosechadoras, etc. Y es aquí donde tenemos que centrar el trabajo de prevención
y concienciación ciudadana.
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